sábado, 11 de septiembre de 2010

El profesor accidental

   Se me acercó un día de tantos y me comentó si estaría dispuesto a dar clases particulares a una chica joven. No supe qué contestar en primera instancia y le facilité el teléfono. Pasó bastante tiempo, tal vez un  par de meses, y de nuevo me encontré con la vecina que me instaba a lo mismo que el primer día de nuestro encuentro e intercambio de número telefónico. Esta vez, me cogió más de sorpresa si cabe, pues casi había descartado por completo la oferta del primer encuentro; pero dije que estaría encantado e instaba de nuevo a que esa misteriosa chica, se pusiera en contacto conmigo. Pasó de nuevo bastante tiempo y recibí una llamada telefónica de la madre de esta chica para ofrecerme la posibilidad de ayudar a su hija en la materia de música, que era de lo que se examinaba a final de curso...la verdad, no lo dudé y aunque esperaba que fuese mi amiga misteriosa la que se dirigiese a mi, no me importó y quedamos un día concreto para dar comienzo las clases de solfeo. El primer día fue de toma de contacto y comprobé lo joven que era y supe qué estaba estudiando, dónde y cuales eran sus metas...deduje que la música no era una de ellas pero debía de enfrentarse al examen, y necesitaba saber solfeo para pasar la prueba. Rápidamente me percaté de que era buena estudiante a tenor de la confesión de la madre de la chica, por las notazas que sacaba en cada materia...salvo en música. Supe en ese momento que no le interesaba lo más mínimo e hice comentarios sobre la música en general, la clásica... y ya no tuve dudas sobre lo que pensé en mi primera impresión.
   Las siguientes clases (cuando llegaban) veía cómo avanzábamos los dos en la misma dirección: a mí, me venía muy bien pues me ayudaba a recuperar la forma, musicalmente hablando; y a ella, la veía interesada y hasta notaba que estudiaba...avanzaba poco a poco y los exámenes se acercaban. Me puse manos a la obra e improvisé partituras a primera vista en todos los compases posibles, medidas y modos (mayor y menor)...etc. Le animaba continuamente a seguir, y siempre le decía que aprobaría;  pues entre lo fácil que yo creía que era el solfeo básico y su inteligencia,  estaba hecho. No faltaron días en que se suspendía alguna clase por motivos personales (siempre por parte de la joven) y donde siempre llamaba la madre para disculparse y aplazar las clases hasta otra ocasión pues Rocío, estaba muy atareada con los estudios...no me molestaba en absoluto pues disponía de todas las tardes libres y me adaptaba a cualquier horario.
   Deduje nuevamente que la música no era prioritaria en su vida de estudiante y hasta lo creía lógico. Ahora no lo creo así; entonces pensaba que lo más importante eran las demás materias; como si la música fuese un pasatiempo...mas no es cierto; pero siempre tiendes a disculpar pues consideras que lo más importante, siempre está por encima de lo secundario. ¿Pero realmente es secundario este asunto en comparación con otro...? Depende del sujeto.
   No tuve queja nunca en su comportamiento pues siempre las clases eran amenas y creía que en cierta medida, estaba interesada en aprobar y hasta había perdido el miedo inicial y estaba dispuesta a sacar una buena nota. Hasta hubo veces que me llevé el violín a las clases para coger el tono y solfear mientras sonaba la melodía: había cierta comunión y hasta le parecía curioso el instrumento (creo que era la primera vez que veía un violín, y lo escuchaba) acostumbrada como estaba a tener cerca la flauta dulce.

   Pasaba el tiempo, se acercaba la fecha del examen y decidimos doblar las clases; todo iba viento en popa y cada vez estaba más seguro de que aprobaría y de paso, me apuntaba un tanto. Me decía a mí mismo: te ha servido para algo haber estudiado música y pese a no ser profesor, sé que puedo hacerlo...hasta ahí. Un día recibí una llamada telefónica y cuando escuché la voz de la madre, supe qué había pasado; supe que habían terminado las clases y le había vuelto el miedo a la chica: no se presentaría al examen, pues consideraba que no estaba preparada...traté de convencerla de lo contrario e incluso quedar personalmente con Rocío, y hablar con ella para animarla a seguir, estaba dispuesto a ofrecerle  clases intensivas inclusive... pero no hubo forma. Se me dijo que después del verano, y antes del examen en septiembre, podríamos continuar para preparar mejor el examen y colgué con un "de acuerdo" mas supe que nunca volvería esas clases.




   Reflexionando hoy, me he dado cuenta que este dúo fue un fracaso: por parte de Rocío (y sus motivos particulares) al no reunir el valor suficiente para presentase al examen, y por mi parte; pues considero que no estuve a la altura que se merecía o simplemente, no supe prepararme lo suficiente y de paso, tener garantías de estar capacitado para preparar, incluso desde la perspectiva psicológica, a Rocío.

   En los últimos días, le pregunto a menudo a mi mujer si ella me ha visto salir con el violín alguna tarde, si me ha visto con partituras manuscritas o si me ha oído hablar con alguien por teléfono sobre solfeo:  "sí, en septiembre"... a veces creo que son sueños dentro de otros sueños... o me dice mi mujer: cariño...¿Te has tomado la pastilla...? No sé para qué es la pastilla, pero me la tomo.

   

4 comentarios:

  1. Observo que tu pasión por la música es algo incuestionable. Y de pequeños fracasos está la vida llena. Digo pequeños, porque los grandes fracasos, casi siempre, son fruto de nuestra obstinación por no ver la lección que se esconde detrás de ellos.

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  2. Cierto, y este es uno de tantísimos y tantísimos. Así aprende el ser humano; y creo como decía Paganini,respecto al aprendizaje del violín, se necesitaría tener dos vidas para hacerlo "perfecto"...te digo esto pues en general, el ser humano, aprende tropezando y como dice el refrán, dos veces en la misma piedra...mas aprendemos; pero para cuando nos sabemos la lección, es demasiado tarde para volver al punto de partida y comenzar de cero para acabar tocando el violín, a la perfección. Soy lo que podría denominarse un violinista frustrado (aunque no me pesa) pues comencé tarde y durante diez años, aprendí mucho en mi conservatorio...luego, el trabajo y tal...en fin. Aún así, de alguna manera he vuelto a estar relacionado con el mundo de la música, y es como si comenzase de nuevo, aunque no sea con el violín.

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  3. Veamos, Utopazzo. ¿Frustrado de qué? ¿De no ser un violinista famoso? ¿ de no tocarlo como los dioses? ¿De no tener dos vidas para llegar a es perfección de la que hablas?
    Me jugaría lo que quieras a que gozas haciéndolo, que a tu manera tocas eso que le llaman cielo ... ¿O me equivoco quizás?

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  4. Bueno, en cierta medida no te equivocas; aunque mi mujer lo disfrutaba más, cuando lo tenía más cercano en el tiempo y más fresco el aprendizaje de la técnica y demás...aunque ahora "disfruta" en otra medida con los temas de la coral...
    Aunque realmente te comento lo de violinista frustrado (se me olvido entrecomillarlo)dije, que no me pesaba, y lo sigo pensando pues en el camino nos encontramos muchas cosas, y también caminos que se bifurcan...en definitiva, quizá tengamos lo que henmos buscado, o seguimos buscando o simplemente, nos merecemos. Aunque es cierto que gozo bastante con la música.
    Gracias.

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