viernes, 24 de septiembre de 2010

Una parada en La Gran Vía

   Estábamos de paso por Madrid, recién casados. Íbamos hacia el norte, pero siempre solemos  hacer una parada para reponer fuerzas, descansar y observar escaparates que en nuestra ciudad, no existen simplemente. Entramos en una céntrica cafetería; concretamente en la Gran Vía y nos sentamos en unos bancos con el respaldo encontrándose con el siguiente, en una larga hilera. De imitación piel en negro y bastante antiguos, pero   cómodos. Acogedor lugar que por su ambiente, invitaba a relajarse y guardar el tiempo en una caja bajo llave...comienzas a hablar y el tiempo parece querer salir de la caja que tú has cerrado y lo hace de muchas formas; pero en esos momentos, tú eres el dueño de ese tiempo que no podrá escapar.
   Comenzamos una charla ínfima, que va sucediendo a otra de más interés; recuerdo que le hablé a mi mujer sobre mi paso por la ciudad años atrás,   para hacer el servicio militar y la suerte que tuve al haber caído en el Cuartel General del Ejercito como conductor de un Coronel; hacía más de una década de aquello...aparecieron en escena entonces, las personas con la que viví mi "aprendizaje" militar durante algo más de un año y salieron nombres; recuerdo uno sobretodo: Esperanza. Una chica de la oficina donde yo, debía de esperar mientras el coronel en su despacho ejercía como tal, y yo como conductor; atento siempre a cualquier servicio que realizar. Esperanza era una chica culta e inteligente y pese a no pertenecer al ejército, pues lo hacía como trabajadora civil, era la única fémina de un grupo numeroso en la oficina y, donde se sabía que había una mujer, porque inundaba con su aroma femenino, el aire sobrecargado por el humo, sobretodo, de los allí presentes; y se las arreglaba muy bien para estar, no a la altura, sino muy por encima del resto: dos trabajadores civiles muy bien preparados y encantadores, y enfrente, el grupo militar en sus pequeñas mesas como eran: dos tenientes y un brigada...qué gozada trabajar con esta gente que nada tenía que ver con los mandos del barracón donde dormíamos; qué gozada de conversaciones cada cual más absurda o abstracta con todos los allí presentes ...nadie de mis amigos creía que esto pasaba, durante el servicio militar...pero claro, me pasó a mí...-un tipo con suerte- me decía mi mujer mientras mirábamos la taza de café como si ésta, fuese la máquina del tiempo y queriendo ver al momento, aquello que relataba. Todo esto pasa durante un período de tiempo indefinido, pues yo miraba dentro del bolsillo para tenerlo todo bajo control...y aparece el tema cinematográfico: esta película es mejor que aquella, este director es mejor en este otro en el género musical o la comedia... sobre todo, apareció la figura del genial Woody Allen; así durante largo rato...el tiempo te llama a gritos, mas tú no le haces caso; miras a través del cristal que separa la cafetería del deambular de la gente, y compruebas que la Gran Vía está cambiada; los rayos solares de la tarde desaparecieron y han dejado paso a  la iluminación artificial...ha pasado el tiempo pero  miras dentro del bolsillo de tu pantalón, y compruebas que la caja sigue ahí y está completamente cerrada...
   Continuamos hablando y el café se había enfriado ya. Justo detrás de nosotros, había un grupo de adultos (no más de cuatro o cinco) que mantenían una entretenida conversación sobre cine, inmediatamente me percaté que era una conversación de gente culta y entendida...creo recordar también que apareció el genial director de Manhattan o Annie Hall; había fluidez y un cierto encanto con intercambio de opiniones y pensamientos entre risas que mantenían un clima que invitaba a intervenir...recuerdo haber puesto oido a mis espaldas y miré fijamente a mi mujer; Ana, no te vas a creer lo que te voy a decir -le enuncié- justo a mis espaldas, hay alguien que conozco; he reconocido su voz...
   Sentí que me invadía un miedo atroz, pánico y una timidez extrema, pues sabía quién se encontraba justo en los asientos contiguos al nuestro y que habíamos compartido durante una larga tarde...metí la mano en mi bolsillo, saqué la caja donde guardaba el tiempo, y al abrir la caja, nos levantamos para marcharnos al tiempo que le dije a Ana, que no me equivocaba; estaba allí con el grupo de amigos y continuaban hablando de cine, sonriendo... y creo que no me vio pero daría igual, no me habría  reconocido en aquel lugar, pues nunca habría esperado, como tampoco yo lo esperaba, encontrarnos justo a un metro de distancia...me falto valor para acercarme después de tanto tiempo y decirle: hola Espe, soy Rafa.


   Una secuencia de "Manhattan" película genial donde Allen, ironiza sobre los encuentros casuales y personajes con intelectualidad recargada...y los giros que dan las relaciones humanas. De un estilo narrativo y visual demoledor, Allen nos ofrece una obra maestra.

9 comentarios:

  1. Guardamos momentos, en apariencia intrascendentes, pero que de vez en cuando se presentan en nuestra memoria como invitados inoportunos. En otros momentos somos nosotros quienes los invocamos para recuperar una tarde agradable. Lo importante de tu historia es si esa tarde es tan especial para ti precisamente por el hecho de no dirigirte a tu vieja amiga, y poder recrear el momento en tu imaginación a tu antojo.
    Estupenda secuencia...

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  2. Gratificante relato.
    Tal vez convengas conmigo en que las personas no somos hoy las que ayer fuimos ni seremos mañana las que somos hoy, por más que algunos se empeñen en querer demostrar lo contrario.
    Creo que no fuite tu el que evitó dirigirse a tu antigua amiga y ese temor de que hablas te lo indujo la "autodefensa de la memoria", que como un ser autónomo se defiende de entradas que perturben sus recuerdos más agradables, rompiendo el hechizo con otras inoportunas realidades. Puede sonar surrealista, pero analizalo,¡por lo menos suena filosófico!.
    Por otro lado no creo que debamos interferir en los recuerdos de los demas.Imagina si das el paso y superas ese miedo.Te diriges a ella con tu mejor sonrisa, al principio ella duda unos segundos tras los cuales se lanza a darte dos besos y expresarte su alegría, que hay que ver que pequeño es el mundo, tu por aquí, ¿quién lo iba a decir?, y bla,bla...Justo en ese instante, en ese microsegundo en que los dos mirais fijamente a los ojos del otro para intentar verificar de que se trata de la misma persona de tus recuerdos, justamente en esa fracción de segundo, se rompería toda la magia de aquel grato recuerdo, o no...Bayuste.
    Buenos cortes del maestro Allen.

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  3. Ana, no es que la tarde en sí fuese especial por el hecho de no haberme dirigido a Esperanza en aquél momento, el hecho especial, lo es ahora, que después de tantísimos años, encontré a Espe por casualidad aunque de una forma virtual. Eso me hizo recuperar la anécdota que estaba oculta en un lugar donde la memoria tiene sus estanterías y las selecciona por orden de importancia o algo así...y es especial pues habiendo ocurrido de la forma que lo detallo, me ha permitido contarlo tal y como fue y no de otra forma, que habría sido si me hubiese dirigido a ella en aquél momento. Sabes de lo que te hablo. Gracias por el comentario donde percibo, que te ha gustado la entrada, y le das tu visión particular, que por otro lado, puede ser acertada.

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  4. Sparadeleite, puede ser que no seamos como ayer, ni como mañana; ni siquiera como hoy (afortunadamente, vamos cambiando...y digo afortunadamente, pues a eso le llamo crecer; otra cosa es que algunos individuos crezcan hacia abajo) y me alegro de ello.
    Ciertamente, puede ser una forma muy filosófica de vislumbrar el hecho en sí; pero es que no puede ser de otra manera; no es que no quisiera haber saludado a Esperanza; es que no ocurrió porque tuve miedo después de tantos años, dirigirme a ella, sin saber si me reconocería...simplemente, es ahora (como le he comentado a Ana) especial porque de no haber sido así, la historia hubiese sido diferente y no estaría escribiendo esto.Es una anécdota simplemente curiosa, pero a mí me ha gustado recordarla. Hay por ahí un par de películas de Medem, que refleja situaciones parecidas...
    Gracias por el comentario.

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  5. Utopazzo, entiendo esa indecisión y posterior "huída" ante una situación que de haber dado el paso que no diste, quién sabe las sorpresas que te hubieses llevado.Es curioso, pero cuando nos reencontramos con personas o amigos que no vemos desde hace un buen tiempo, nuestro cerebro no entiende de ese paso del tiempo y abordamos a esas personas como si fuesen las mismas como en una imagen congelada. Inmediatamente nos percatamos del cambio físico evidente, pero no esperamos en ese primer acercamiento que haya cambiado por dentro. Es algo absolutamente inconsciente, al fin y al cabo el cerebro funciona con lo que ya conoce y con ello crea su realidad.
    Obviamente, los resultados de ese reencuentro suelen ser dispares. El que era gracioso a lo mejor nos lo encontramos ahora un monumento a la seriedad, o aquél chico tímido sorprendentemente hoy a dejado paso a un hombre extrovertido, carismático y seguro de sí mismo. Y así con tantas otras personas que tengamos en suerte reencontrar con el paso de los años. Lo difícil es que esa persona sea la misma de hace, pongamos, veinte años.
    Sin embargo, por experiencias similares ya vividas, yo no hubiese dudado en acercarme y "recuperar" ese pasado para convertirlo en presente. Si el recuerdo es bonito, se corre un riesgo de acabar con él. Qué le vamos a hacer. Es que me gusta vivir lo que se me presente, me encanta esa incertidumbre que lleva lo desconocido que en estos casos no lo es tanto. Aunque también, es justo decirlo, he reconocido a alguno y no me ha apetecido en absoluto "reencontrarlo". Por eso entiendo tu actitud en este caso concreto que relatas. Tus motivos tendrías.

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  6. Gracias gilgamesh por tu comentario...los únicos motivos que tenía quizá, eran la timidez, el miedo a no sé qué...fíjate, Esperanza ya conoce el relato y en un principio creía ella, según avanzaba la lectura, que se trataba de un relato con un poco de realidad y mucho de ficción. Justo al contrario, todo es cierto (salvo la caja de guardar el tiempo; para mí la quisiera) y creo que así queda muy bonito, si no, ¿cómo hubiese escrito este pequeño relato, que ahora me gusta por tratarse de algo más que una casualidad...? No creo en las casualidades...a saber!
    La verdad es que guardo en la memoria momentos muy buenos; y encontrando a Esperanza (aunque de forma virtual a través de Internet) me vino a la memoria esta anécdota que precisamente llevé a la entrada del blog, por ser poco corriente. También a mí me gusta reencontrarme con viejos amigos o conocidos y creo que tendré oportunidad de reencontrarme de nuevo con ellos. Y como bien dices, hay grandes cambios en casi todos...mas es bueno, pues quizá sea aprendizaje o crecer; ya habrás leído mi comentario para sapardelite, donde le hacía referencia a esto, y cómo algunos pueden crecer para abajo; y te puedo asegurar, que Esperanza, ha crecido hacia arriba...muy, muy arriba.
    Gracias de nuevo.

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  7. Se trata precisamente de eso, Utopazzo. Encontrarme a alguien después de muchos años y comprobar que que ha crecido muy, muy arriba como dices. Sin embargo, hace poco reencontré un viejo amigo también en la red y por sus comentarios estaba asombrado de verle escribir las mismas cosas que decía hace 25 años, más reconcentrado todavía. No me lo podía creer que siguiera diciendo las mismas cosas.

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  8. La impresión que podemos llevarnos al reencontrarnos con alguien después de mucho tiempo dependerá de las expectativas que hubiéramos creado hacia ese "alguien"; si son muy elevadas probablemente nos llevemos una desilusión, y al contrario, si eran bajas nos llevaremos una grata sorpresa, eso sí, teniendo en cuenta que "no hay nadie que crezca más allá de lo que vale" como decía Silvio Rodríguez en una de sus canciones.
    Lo bueno es reencontrarte con alguien y comprobar que ha crecido en la dirección que intuías hace muchos años, entonces no te sorprendes, simplemente tienes la confirmación de una certeza.

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  9. De acuerdo con tu comentario, Ana. Sólo añadir que también es reconfortante reencontrarte con el típico revoltoso del colegio y comprobar lo bien que ha reconducido su vida, cuando en el pasado no hubieras apostado un duro por él. Es ese crecer hacia arriba del que hablaba Utopazzo.

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