Estaba ya acostumbrado del todo después de dos días, durmiendo en el salón oscuro, en un colchón hinchable (la mar de cómodo) pero recordando la primera noche donde acabé en el sofá de dos plazas, por desgracia, y durante tanto tiempo que aún tengo el sueño de ese día pendiente. No tuve más remedio que hacerme de mi quit de supervivencia justo al alcance de mi mano. Éste, se componía de: tapones de espuma para los oídos, que aun no oyéndose ni una mosca en el silencio absoluto de la noche, éste, se rompía continuamente con las visitas al baño de los inquilinos; que al ser tantos en el cortijo, no había momento de tranquilidad; botellita de agua y linterna; muy recurrida esta última, para mis visitas al baño; toda vez que me despertaba de contínuo y aprovechaba el trasiego para no ser menos. Luego cada mañana, me preguntaba para que quería los tapones, si no los usaba...pero bueno, estaban en el quit.
De regreso del baño, me acuesto recordando el sueño que había interrumpido minutos antes, y que "accionaba" de nuevo para no perderme nada; caí rendido y en menos de una décima de segundo estaba en manos de Morfeo. En estas (no habría pasado ni medio segundo) noto que alguien me toca los pies; giro la cabeza buscando en la más absoluta oscuridad, y veo sobre mi margen derecho, una pequeña luz que se apaga al momento; una luz que sólo iluminaba el entorno más cercano, no dejando ver nada enrededor suyo. Medio segundo más tarde, oigo una voz que me dice. Rafa, Rafa!...- la hostia!...- digo yo todo despierto con la misma rapidez que me había dormido-, seguido de una frase irreproducible en este lugar que vendría a ser algo así como: la madre de Jesús, algo de un burdel, y el acto de estar sentado en el retrete mientras lees algo interesante...susto incluido.
Tanto hablar de las aducciones, y parece que me va a tocar a mí...- eso, lo pienso en décimas de segundo- luego creo haber tenido una alucinación transitoria; pues habiendo visto la luz aparecer y desaparecer tan rápido, no podía ver a nadie cerca; pero me habían zarandeado las piernas y pronunciado mi nombre!- Rafa, que soy yo...- me dice la voz dulce y cálida de mi amada-, mientras yo, seguía oyendo el eco de la frase irreproducible que segundos antes, surgió desde mis entrañas.