Ayer tarde tuvimos la ocasión (y la suerte también, porque me di cuenta de ello... del papel que juega nuestro querido cerebro, cual niño pequeño, que se presta al engaño o autoengaño), de presenciar un espectáculo de ilusionismo. Bien es cierto que éste, iba mayormente dirigido a niños entre tres o cuatro años, y adolescentes de diez, doce años.
Me imaginé las horas y horas de trabajo del mago o ilusionista (o prestidigitador...), tras de sí, para llegar a encandilar a todo el mundo con sus trucos. Cierto es que éstos no pasan de ser divertidos, y a cada cual más increíble: divertirnos y quedarnos boquiabiertos, es lo que viene después. El mago, trata de entretener a través del "engaño", de la realidad modificada hábilmente, donde tu cerebro, y del resto de los que te acompañan (encerrados en su cueva individual), creen ver una cosa cuando en realidad, es otra. Todos sabemos que esto es así; que sólo es un truco, un "arte" sólo al alcance de unos pocos, y es por ello apreciado por el resto de mortales que aplauden con expresión de sorpresa en sus rostros, y agradecen de forma unánime el resultado del truco.
No me voy a extender más de lo habitual, en relacionar o buscar similitud paralela, y casi, casi perfecta, en el mundo que nos rodea; el más cercano, el de hoy o ayer mismo: también tenemos prestidigitadores en todos los rincones de nuestra amplia visión tanto parcial, como espacial o imaginativa. El problema de estos prestidigitadores profesionales, es que sus trucos o juegos malabares, no nos divierten de igual manera. Hasta me atrevería a asegurar (y apostar algo), que nos duelen bastante; aunque si miramos en nuestro rededor, nos damos cuenta rápidamente que no todo el mundo parece entender el número de magia; pues no se entiende de otra manera, que en lugar de indignarse, parezca que más de uno, dos o tres, aplaudan a rabiar como en el espectáculo de ayer tarde.
Cartel publicitario, de un número de magia: no te cobran comisiones (es cierto), importa el negocio... también. Las obras sociales (y públicas) tienen mucho que decir.
La comisión, ya te la cobran de forma indirecta: concretamente, unos cuatrocientos noventa y siete euros por persona... y eso, aunque no tengas cuenta. Podemos aplaudir a rabiar, o indignarnos.