Una imagen que retendré siempre en mi memoria, es la que sigue: En el aula estamos todos los padres de los alumnos en el curso de educación infantil que ahora termina y cuya promoción sería la que abarca desde septiembre de 2008 hasta junio del 2011. Están presentes todos los alumnos con su Maestro, a quien queremos hacer entrega de un pequeño regalo, un pequeño detalle de todos los padres, en agradecimiento por su gran labor durante estos tres últimos años, donde nuestros hijos han ido aprendiendo cosas maravillosas, han crecido y se han hecho un poquito más humanos, más personas, más todo... cuando queremos hacer un pequeño paréntesis y leer una pequeña nota donde hacemos efectivo ese agradecimiento, los niños están en su salsa: juegan ajenos al entorno, gritan, ríen y se divierten. No podemos (ni sabemos) hacer que paren, que se detengan, que no hagan ruido; no podemos manejar a más de veinte pequeños llenos de energía... ahí está Pepe, que con un sólo llamamiento (del que quedo totalmente asombrado) se dirige a los pequeños y les invita a guardar silencio con una fórmula que ni al más inteligente de la clase científica, se le habría ocurrido. Levanta su mano derecha y dirigiéndose a sus alumnos, dice: "A ver, niños, vamos a guardar silencio; vamos a atrapar el ruido y cerramos la mano... ¡Ya lo tenemos! El ruido se ha convertido en silencio; lo hemos atrapado..."; en ese momento, se hace el silencio más absoluto. ¡Admirable su método!
Lola, una de las madres, lee el contenido de una pequeña nota que ella misma ha escrito y, donde agradece los logros conseguidos por este magnífico profesor, y mejor persona. La emoción invade a cada uno de los allí presentes.
Lola, una de las madres, lee el contenido de una pequeña nota que ella misma ha escrito y, donde agradece los logros conseguidos por este magnífico profesor, y mejor persona. La emoción invade a cada uno de los allí presentes.
Recuerdo igualmente cómo, a veces, Pablo ha tenido que acudir a su pediatra por algún tipo de de enfermedad; generalmente un resfriado común... cuando hemos regresado al cole y lo he acompañado a su clase, he comprobado igualmente, los valores que transmite este ejemplar profesor, cuyo trabajo tal vez no esté lo suficientemente valorado en su totalidad por una sociedad donde la característica común es pensar que si realizan bien su labor (los profesores), es lo normal y cuando se cree lo contrario, siempre está dispuesta a criticar, devaluar e incluso culpar de cualquier mal que la sociedad perciba, cuando de educación se trata, y señalar con dedo acusador a estos "educadores". Yo opino de forma contraria, pues considero que si bien es cierto que son parte de sistema, la educación en general se imparte en el hogar, en el calor que desprende una madre o un padre en torno a su hijo, entorno a sus hijos. Yo señalo en este caso, el buen hacer del profesor, en la parcela que le corresponde, y en el caso de Pepe, es admirable su vocación... ha sabido ganarse el cariño de la gente en general, de madres, padres, abuelos... y particularmente, de los niños que durante esos tres años (y como él dice) han sido "sus niños" .
Como decía, cuando hemos regresado, al llamar a la puerta, he asistido a una demostración del cariño desmedido por parte de sus compañeros, que habiendo echado de menos la presencia de Pablo, lo han acorralado y entre jolgorio y muestras de cariño y alegría, lo abrazaban como si no le hubiesen visto en los últimos meses... o han coreado su nombre, todos al unísono cual personaje importante arropado por un público entregado a su ídolo... toda una demostración del buen hacer de Pepe y los valores que inculca a estos pequeños.
No olvidemos que en un futuro no muy lejano, serán nuestros médicos, nuestros abogados, nuestros músicos, nuestros escritores y periodistas, también políticos y trabajadores en general; pero sobre todo, buenas personas. Parte de culpa, habrá que atribuírsela a su profesor que ha sido quién en estos últimos años, ha trabajado por el bien de la sociedad en la que hoy nos movemos. La misma que no sabe o no quiere, valorar en su justa medida la labor de estos docentes.
Como decía, cuando hemos regresado, al llamar a la puerta, he asistido a una demostración del cariño desmedido por parte de sus compañeros, que habiendo echado de menos la presencia de Pablo, lo han acorralado y entre jolgorio y muestras de cariño y alegría, lo abrazaban como si no le hubiesen visto en los últimos meses... o han coreado su nombre, todos al unísono cual personaje importante arropado por un público entregado a su ídolo... toda una demostración del buen hacer de Pepe y los valores que inculca a estos pequeños.
No olvidemos que en un futuro no muy lejano, serán nuestros médicos, nuestros abogados, nuestros músicos, nuestros escritores y periodistas, también políticos y trabajadores en general; pero sobre todo, buenas personas. Parte de culpa, habrá que atribuírsela a su profesor que ha sido quién en estos últimos años, ha trabajado por el bien de la sociedad en la que hoy nos movemos. La misma que no sabe o no quiere, valorar en su justa medida la labor de estos docentes.